Una de las reglas más importantes y más difíciles de aplicar (en mi opinión), que sirve para cualquier tipo de historia. ¿Por qué es difícil? Porque tienes que controlar la dosis justa para que el lector no se aburra ni se pierda, y para ello tienes que entender cómo funcionaría un lector.
Creo que uno no comprende esta regla hasta que no viene alguien y te la dice expresamente, a ser posible con ejemplos de tu propia historia. Esta regla dice que:
No digas al lector qué son las cosas, házselas sentir y que él saque su propia conclusión.
En las historias pecamos de añadir demasiada información superflua que no produce ningún tipo de sentimiento en el lector (que suele ser para lo que escribimos), cuando normalmente se le puede informar de lo mismo mediante descripciones/sucesos/diálogos que lo DEMUESTREN. Cuando algo se demuestra, ya sea una fórmula científica o un dato que encontremos por Internet, se queda grabado en el lector mucho más fácilmente.
Con esto quiero decir que cuando tú escribes, le das a la obra una ambientación y un estilo que crea ciertas ideas/sensaciones en la mente del lector. Cuando pasen dos capítulos él no se va a acordar de qué herramientas has utilizado para producirle esa escena mental, pero sí se va a acordar del efecto que tuvo en la trama. El método más importante para lograr esto es mostrar sin decir.
Y te contaré otra cosa. El lector no es una piedra. Repetid conmigo: Los lectores NO SON PIEDRAS.
Los lectores son personas tan inteligentes como nosotros o más, así que no es necesario que le expliques todo mascadito. Tienes que crear un atmósfera apropiada y dejar que el lector reciba esas sensaciones ambiguas, que piense por sí mismo. Aclarar una intuición es como explicar el significado de un chiste malo, es lo que separa la genialidad de la mediocridad.
Explicar demasiado destruye el efecto de las burlas y los sarcasmos, entre otras muchas bellezas de la literatura.
Por ejemplo:
—Amador, quiero que me lleves al estrecho de Gibraltar a ver a los ingleses. ¡Y lo quiero ahora!
—Para estrecho el que tú me llevas entre las tetas —se burló Amador, que era un guarro.
Mariel bufó y se dio la vuelta.
VAYA. NO JODAS. No sabía que se estaba burlando. Y no, no me había quedado claro todavía que era una frase guarra. Muchas gracias por aclarármelo, no vaya a ser que tenga algún cromosoma de más.
¿Veis? Esta es una de las causas principales por la que yo cierro muchos libros, porque se piensan que soy gilipollas. Y es que no pasa nada por que suceda un par de veces, pero generalmente la gente que está acostumbrada a escribir así lo hace durante toda la obra, fácilmente unas dos veces por párrafo.
En lugar de eso, aprovechad el espacio para añadir información nueva y que le dé un poco de color al asunto, entre otras cosas, porque ayudará a definir mejor la personalidad de Amador:
—Amador, quiero que me lleves al estrecho de Gibraltar a ver a los ingleses. ¡Y lo quiero ahora!
—Para estrecho el que tú me llevas entre las tetas.
Y se echó a reír, después de levantar las cejas repetidamente y hacer un gesto esponjoso con las manos. Mariel bufó y se dio la vuelta.
Los lectores se adaptan al camino que tú les marques. Tras unas cuantas páginas de historia, el lector se acostumbra a tu estilo y moldea su capacidad de intuición según el modo que tengas de llevar la trama. Si tu historia está cargada de frases obvias y explicaciones innecesarias, vas a tener una narración demasiado cómoda y le darás al lector permiso para dormirse tras cada párrafo. NO HAGAS ESO. Invítale a pensar, a estar atento, a dejarle con el efecto en el aire. Cuenta con él, no se lo cuentes.
****EN RESUMEN: Hay que ser MUY bueno para que el lector consiga formarse una idea mental sin decir absolutamente nada (solo unos pocos escritores consiguen que puedas interpretar el silencio literario de ciertas escenas), por lo que la herramienta para informar es apelar a los sentimientos del lector (MOSTRAR) en vez de narrar el suceso de forma fría (DECIR).
Así que ahora, tengo una tarea para ti. Ve a tu historia y elimina todas las frases que sean irrelevantes, todas aquellas que digan cosas obvias. En algunos casos, prueba a sustituirlas por descripciones/diálogos que aporten cosas nuevas.
Contrapunto: ¡No elimines información esencial o el lector se perderá!
Ah, y teniendo en cuenta que el «decir en vez de mostrar» (al revés, que sé que lo habéis leído como antes) explica las cosas de forma superflua y sin inmiscuir al lector, podéis usarlo a propósito cuando queráis pasar por un suceso rápidamente, sin parar la trama.